Publicado: 13 de Agosto de 2024

A menudo se confunde la hipertensión ocular con la arterial, pero tienen diferencias importantes. Mientras que la arterial afecta la presión sanguínea en todo el cuerpo, la ocular se refiere a una presión interna del ojo que puede dañar el nervio óptico y provocar problemas de visión.


Uno de los principales problemas es que la hipertensión ocular a menudo no presenta síntomas evidentes, por lo que podemos estar sufriéndola sin darnos cuenta hasta que empieza a menguar nuestra visión. De hecho, es precisamente la hipertensión ocular la que provoca una de las enfermedades visuales más dañinas; el glaucoma, que puede llevar a una pérdida de visión irremediable si no se trata adecuadamente. Por eso, es crucial realizar exámenes oculares regulares para detectar cualquier aumento en la presión intraocular y recibir tratamiento temprano si es necesario.


Uno de los factores de riesgo más comunes es que tengamos algún familiar directo que padezca esta dolencia. En este caso es preciso realizar controles periódicos para detectar cualquier posible aumento de la presión o daño en el nervio óptico. Además de esto, conviene mantener un estilo de vida saludable, evitar el tabaquismo y sobre todo seguir las recomendaciones de tu oftalmólogo.


Una vez detectado el problema se puede abordar desde diferentes algunos dependiendo de la tipología y siempre siguiendo el criterio del oftalmólogo. Por suerte, hoy en día contamos con medicamentos, láseres e incluso cirugías muy efectivas para tratar la hipertensión ocular.